Tomado de Dos Manzanas.com
Una buena noticia. El proyecto
que pretendía reintroducir en Brasil las peligrosas “terapias” reparadoras de
la homosexualidad ha sido retirado por sus
promotores una vez estos tuvieron claro que sería objeto de una contundente derrota en el pleno de la Cámara de
Diputados si llegaba a votarse bajo la presión de las recientes
movilizaciones sociales, en las que ha participado muy activamente el colectivo
LGTB, y que hicieron de la retirada
de este proyecto uno de sus objetivos.
El
proyecto surgió hace pocas semanas de
la comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados de Brasil, presidida
por el evangélico Marco Feliciano, y buscaba la suspensión de dos
artículos de una resolución del Consejo Federal de Psicología de Brasil, en
vigor desde 1999, que prohíben el uso de las “terapias” reparadoras de la
homosexualidad. Ya entonces el Consejo Federal de Psicología de Brasil publicaba
un durísimo comunicado en el que
acusaba a Feliciano de haber conseguido la aprobación de la iniciativa tras una
discusión “truculenta y arbitraria” y sin el quórum suficiente en la
comisión. El órgano de gobierno de los psicólogos brasileños calificó la
decisión de “episodio triste de la historia
brasileña” y tras
repasar los argumentos que llevaron a tomar la decisión de prohibir la
aplicación de las “terapias” reparadoras confiaba en que
finalmente prevaleciera “el respeto a la Psicología
como ciencia y como profesión”.
La
iniciativa había merecido también las críticas de la ministra de Derechos
Humanos, Maria do Rosário, que tras su presentación anunció que el Gobierno
brasileño “trabajaría” para evitar que fuera aprobada.
Un anuncio que entonces
mereció las críticas de Marco Feliciano, que acusó a la ministra de
“injerencia” en la labor del legislativo.
Pese
al momentáneo final feliz (Marco Feliciano ya ha advertido que
volverán sobre el asunto en un futuro) lo sucedido confirma en cualquier
caso los peores temores de los defensores de los derechos LGTB cuando en
marzo Feliciano era nombrado
presidente de la comisión de
Derechos Humanos pese a contar entre sus antecedentes con declaraciones
abiertamente racistas y homófobas. Feliciano es miembro del PSC (Partido Social
Cristiano de Brasil), que forma parte de la denominada “base aliada”, la
coalición de fuerzas que sostiene al Gobierno de Dilma Rouseff, a la que
parece haberle importado poco colocar a un personaje así al frente de tan
importante comisión pese a la oposición de numerosos diputados de su
propio partido (el PT, Partido de los Trabajadores).
El
nombramiento de Feliciano, en último término, es una buena muestra del poder e
influencia que los grupos evangélicos, que
agrupan ya a un quinto de la
población brasileña, están acumulando en ese país. En mayo, por ejemplo, los
evangélicos convocaban a más de
100.000 personas en Río de
Janeiro para protestar contra el matrimonio igualitario, recientemente
reconocido en todo el país por
decisión del Consejo Nacional de Justicia. Bien es cierto que pocos días
después cientos de miles de personas celebraban
con gran éxito la 17ª edición del
Orgullo LGTB de São Paulo.
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